Este libro está formado por varios artículos que Edouard Jeanneret publicó a principios de los años 20. Este arquitecto y escritor suizo se hacía llamar (o le llamaban) Le Corbusier. El hecho de que ocultara su identidad o tuviera un sobrenombre me hacía sospechar, antes de abrir el libro, que se veía a sí mismo como un ídolo; lo que no tenía claro era si se trataría de un súper-héroe o un súper-villano.
El libro se escribió y publicó en época de posguerra. Un tiempo en el que la Humanidad había triunfado o había sido vencida gracias a las máquinas. Sin duda fue un tiempo de gran fascinación por estos nuevos ingenios (atención a la palabra).
En las épocas posteriores a grandes hecatombes y tragedias hay un periodo de cambio, de reequilibrio, de asentamiento: de vuelta a empezar. Y, como siempre, hay dos maneras de ver este reinicio: de una manera tradicional o de una manera progresista. Son dos polos antagónicos irreconciliables. Le Corbusier está del lado progresista y ataca con fiereza durante todo el libro los cimientos de la Escuela de Bellas Artes y la actitud clásica, tradicional y conformista de la mayoría de los arquitectos de la época.

Es difícil imaginar exactamente la situación social, cultural e intelectual en la que se movía Le Corbusier. Nacido en el país neutral por excelencia llega a París (omnipresente en todo el libro) a sembrar la discordia con sus escritos propagandísticos. Él mismo se erige como el máximo exponente de esta nueva ideología que viene a profetizar: las nuevas reglas de la arquitectura. Más que explicar sus teorías parece sentar cátedra de la nueva arquitectura. Su libro en muchos puntos parece filosofía.
En los primeros artículos declara su admiración por los ingenieros (no de telecos): esos grandes hombres que diseñan y construyen esos magníficos aparatos que facilitan y mejoran la vida del hombre. Habla de ellos como artistas de las matemáticas que crean belleza que no llega a conmover. Esta devoción por la máquina le permite presentar y defender el dinamismo del ingeniero frente al tradicionalismo del arquitecto. Se trata posiblemente de un perfil de arquitecto muy diferente al actual. Un arquitecto de los años 20 que se perdía en la nimiedad y el banalismo de lo recargado y decorativo olvidando la quintaesencia del espíritu de la arquitectura que proclama Le Corbusier.
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